21 de julio de 2011

Origen de las fiestas y ferias


Feria es aquella que como razón explícita o principal tiene la de promover el intercambio mercantil. Por otra parte, la fiesta tradicional obedece al propósito de conmemorar fechas de significación cívica o religiosa. 

Las fiestas de carácter religioso pueden ser de tres tipos: las fiestas mayores del calendario ritual católico, como Navidad y Semana Mayor, que de una manera u otra son celebradas en todas las localidades; las fiestas titulares, en que se festeja el santo patrono de la localidad que generalmente lleva su nombre; y, en la fecha que señala el calendario o la tradición, las fiestas de los santuarios en que se honra a la imagen venerada, y que por concurrencia pueden ser locales, regionales o nacionales.




Las fiestas de carácter civil que conmemoran acontecimientos históricos son organizadas por el sector oficial. En ellas, el contenido recreativo lo constituyen desfiles, conciertos y eventos cívicos. Por la concurrencia del comercio que provocan, frecuentemente se transforman en verbenas. 

En el origen remoto de las fiestas y de las ferias, es difícil precisar dónde finaliza la intención religiosa o cívica-cultural, y dónde se inicia la motivación económica.

 Aun la celebración religiosa más pura, al auspiciar la concentración masiva de creyentes, incita al comercio a participar con sus productos. Así al paso del tiempo, religión y civismo marchaban al lado del comercio como promotores de estas celebraciones, cuyo éxito, para todos, en mucho depende, y en proporción directa, del número de visitantes que atrae. Actualmente se advierte la tendencia a organizar ferias puras sin relación a fiesta alguna, sobre todo en regiones ganaderas, agrícolas y por sectores industriales y comerciales. Organizadas por el sector oficial o el mercantil con propósitos de promoción económica, en ellas se reserva lugar importante a la expresión tradicional y costumbrista acaso como supervivencia de la integración histórica entre feria y fiesta en un solo complejo socio-económico.


La tradición de las fiestas mexicanas data de muchos siglos atrás. Vinculada con el rito, la fiesta era tan significativa, caudalosa, importante, solemne y concurrida como avasalladoras eran las prácticas religiosas en pueblos medularmente religiosos como los de Mesoamérica. Después del mercado, venía la feria. Tan frecuentes eran los festejos que los primeros españoles creyeron ingenuamente que la "diversión era casi perpetua" al ignorar que, entre los nativos prehispánicos, la fiesta suponía la comunicación del hombre con el cosmos y lecciones vivas referidas a la producción agrícola.

Juzgado el fenómeno sociológico a tanta distancia histórica, hoy no resulta fácil distinguir lo que era puramente festivo de lo que, en realidad, era rito puro: entre lo que era profano y lo que era sagrado. 


Para los indígenas precolombinos de México, nada era tan vital e importante como sus fiestas, sus cantos, sus danzas, sus ritos tradicionales, esas exuberantes riquezas de agasajos dedicados a quienes encendían y apagaban a diario las estrellas de su firmamento, esa extraordinaria fertilidad de recursos para asegurar la marcha regular de las estaciones, el retorno de las lluvias, la germinación del maíz, la resurrección del Sol. El pueblo mexica se empeñaba afanosamente en una empresa, en un esfuerzo perpetuo colectivo sin el cual habría perecido la misma Naturaleza. Era, pues, el más serio de los asuntos, la más imperiosa de las obligaciones: vitalizar la vida en el mas bello de los ejemplos del hombre que nutre al cosmos, alimenta las estrellas, acompaña al Sol y resuelve el Pueblo del Sol desafiar al Universo...



* Patrimonio Turístico Ciudad de México, Héctor Manuel Romero, Deleg. Cuauhtémoc 1994

Fuente: boletín finsemaneando
ciudadanosenred.com.mx